¿Alguien se ha parado a pensar por qué los meteoritos siempre caen en campos deshabitados y zonas rurales en medio de ninguna parte? ¿Hay alguna razón para que sistemáticamente sean encontrados por un pastor y casi nunca se vean hasta que ya han caído? Yo no tengo la respuesta a esto, pero sí estoy seguro de una cosa: “En martes ni te cases, ni te embarques”.

Justo eso pensé cuando Lucía decidió que el martes, 15 de julio, era un bonito día para celebrar nuestra boda. Fue cuando se casaron sus padres y llevaban ya 55 años juntos. Supersticiones aparte, eso era una buena señal. No obstante, a mí me parecía una opción matemáticamente arriesgada, me refiero a la de tentar doblemente al refranero: contraer matrimonio y marcharte de crucero un martes te daba opción doble de cagarla. Anoté la fecha en mi agenda y puse cara de “no pasa nada” hasta que llegó el gran día.

Ese 15 de julio las chicharras no callaban. Había conseguido embutirme en un traje completo, con su chaleco y todo, y eso me situaba en un nivel de sacrificio similar a bailar sobre tacones imposibles y llevar un vestido opresor durante una jornada completa.

Ese 15 de julio, Paquito, el capataz de la obra Sanchinarro III, no se había enterado de que era el día de mi boda y, por tanto, no me tocaba trabajar. En el teléfono su voz parecía angustiada: “Necesito que venga ahora o no podemos avanzar con el proyecto”

Me queda cerca- pensé- serán cinco minutos y de ahí me voy a la iglesia.

¡Quién me iba a decir a mí ese martes 15 de julio, que Paquito y un meteorito rebelde serían las últimas imágenes que iba a ver en mi vida!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *