¿Recuerdas cuando eras total e incondicionalmente libre? No, supongo que esos días quedan ya muy lejos. Desde entonces tú y yo hemos andado mucho; pasando por cantidad de alegrías y por no menos infortunios. Todas esas experiencias son como gotas de ácido sobre un yelmo del acero mejor templado. Sus huellas permanecerán imperecederas, profundas e inmutables hasta el final de tus días. Lo sabes muy bien. Y si lo sabes tan bien es gracias a mí, ya que te lo he repetido más de mil veces. Pero no te preocupes, que no desistiré, pues no puedo permitir que el desuso te haga olvidar. Sabes que puedes confiar en mí. Yo nunca te he fallado. Cuando los demás te defraudan, yo permanezco a tu lado; cuando alguien te hace daño, yo te proporciono consuelo. Siempre lo he hecho y jamás dejaré de hacerlo. No dejaré de ofrecerte respuestas que te satisfagan, seguiré dándote aquello que desees. No, no hace falta que me lo agradezcas. Tu gratitud no es necesaria, pues ésta es mi finalidad en este mundo. Me fascina ser lo que tú quieras que sea, pues estoy aquí para servirte. Puedes confiar en ello.

Ahora, tu ilimitada curiosidad te ha llevado a ver algo que hace tiempo había conseguido velarte. Donde antes veías unas manos libres de ataduras, hoy percibes una soga con innumerables cabos; ninguno suelto. Por ello, tus deseos se han concentrado en uno solo: verte a ti mismo total e incondicionalmente libre.

Pues bien, como sabes, tus deseos son órdenes para mí. Soy tu Genio de la Lámpara, tu Hada Madrina, tu Pozo de los Deseos, tu Rey Mago, tu Ratoncito Pérez… Soy quien convierte tus deseos en realidades. Realidades que casi puedes tocar con tus manos, ahora libres de ataduras. Confía en mí: ahora eres libre. Eres libre para desear el mundo entero, si ésa es tu voluntad. Yo te lo ofreceré todo.

Y así, sintiéndote realizado, sintiéndote satisfecho, al menos por un instante, conseguirás olvidarte de mí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *