Cada noche te espero desde antes de acostarme,
y cuando por fin llegas, con tu feroz presencia,
de animal de ojos dulces que se rompen
contra la piedra azul rabiosa de los míos.
Dócilmente irrumpes en mis sueños
descorriendo de golpe las cortinas,
rasgando con tus uñas mis costados,
rompiendo con gruñidos mis silencios.
Ya puedes reclinar tu cabeza en mi hombro
y aposentar tus dientes con su sed en mi aorta,
ya puedes, si tú quieres, morirte en mi cuello.
Que el sabor de mi sangre con su empacho te aliente.
Con tu último estertor en mis oídos,
aspiras ferozmente mi vida a borbotones.
Estás en mí, esta noche y ya no me defiendo:
arráncame la vida y déjame morir.