
-¿Qué pasa?- me observó desconcertado. Tenía la cara tiesa y arrugada. El frío, el trasnocho, el humo de los porros, la intemperie-. Bff no recuerdo nada ¿Dónde estamos ya?
-Yo no quería…
-Venga, cállate ya. Jaa.
-Estuve despierto toda la noche.
-¿No has dormido? Pobre.
-Vi algo extraño anoche. Unos niños, niños raros, como zombies.
-Todos los vascos son raros. Te lo digo yo que tuve un novio vasco.
-Una especie de araña los traía en pequeñas redes y los soltaba ahí. Los niños caminaban sin rumbo y la gente parecía no percibirlos.
-¿Seguro no fumaste?
-Yo ni sé fumar.
-Ya has aprendido.
-Luego había un hombre en la calle, sentado con las piernas cruzadas, como si estuviera meditando, con un balón sobre su cabeza que emitía un brillo… A su alrededor no era de noche, y los niños salían del trance cuando se le acercaban.
-Jaa ¿Qué coño dices? Venga. Acuéstate.
-Luego la araña me observó, y vino corriendo, parecía sonreír macabramente. Tú estabas medio dormido, me agarraste la mano, la acercaste a tu boca y empezaste a murmurar algo.
-Hablo dormido, lo siento.
-Parecías un puto chamán haciendo un rito. Señalaste con un dedo al hombre del balón y su brillo desapareció. La araña frenó en seco y fue hacia él, y lo atrapó con su red, y la red era como de flores, con forma de perro, un perro de flores, y los niños volvieron al trance…
-¿Qué es esto? ¿Tim Burton?
“No creo que a Tim Burton le guste el fútbol” pensé. Sentí un poco de frío y un olor desagradable. Había vomitado. Todavía tenía restos de aquella seta que había comido en la mano. Estaba tirado en la acera del museo ese de nombre raro.