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La habitación de Silvia. Varios libros esparcidos en la mesa. Un portátil encendido. Música suave para el estudio. Suena un móvil

 

ACTO 1

–      Mamaaaaá, la abuela se ha vuelto a escapar!!!

–      Otra vez?  Esto es insoportable, me va a costar la vida…! Y ahora qué hacemos?

–      Esto no es justo. La abuela siempre volcada en nosotros,   ahora, cuando es ella la que nos necesita la convences de que estará ” mejor y más cómoda”, que tendrá amigos de su edad y actividades, y que una residencia no es el fin del mundo… La he visto muchas veces llorar a solas y disimular  cuando entraba  en su habitación.

–      En fin mamá, te repito, no es justo!

–      Si sí, pero que hacemos. Tú con tus estudios, yo con  mi trabajo, con papá no se puede contar…Y ahora mi madre se comporta de una forma egoísta y no se da cuenta que es la mejor solución para todos. Dios mío que hago!  Hay que llamar a la policía!

–      No. No llames. Creo que sé dónde puede estar.

–      Tu?

–      Ahora vengo      

Va decidida hacia la puerta y sale.  Julia exhala un estrepitoso suspiro  y enciende un cigarrillo

 

2      ACTO

Después de media hora

–      Aquí estamos. Todo solucionado!  Pasad…Carlos, abuela, sin miedo!

–      Mamá, te acuerdas de Carlos…Sobera?  Es vecino nuestro, aunque creo que tú le conoces menos que la abuela y yo.

–      Si sí, claro

–      Nos ha propuesto una solución. Tiene un apartamento  desocupado  en el ático. A la abuela le encanta y tiene una amiga que quiere vivir con ella. Por el precio de la residencia podrían pagar el alquiler y coger una señora que se ocupe de la casa y les sobraría dinero.

–      Que te parece?

Julia abraza a su madre

–      Hija!

Se abrazan las tres y Carlos sonríe

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