
Te estoy diciendo que si Enrique San Francisco ha decidido disfrazarse de vieja tenemos un problema de dimensiones homéricas.
A ver…, las que le conocemos calibramos las consecuencias catastróficas de una sobredosis de cerveza, o de uno de esos abscesos de locura que licuan su razón hasta hacerla incomprensible para el resto de los mortales. Enrique lleva mucho tiempo harto de no poder trotar por las aceras sin que alguien le pare para pedirle un autógrafo o hacerse un puto selfi.
Que sí, mona, que no seas pesada… Estamos de acuerdo en que la situación se le ha ido de las manos pero, o le ponemos remedio, o vamos a salir en la noticias. ¡Hay que encontrarle ya!
¡¿Qué no exagere?! A ti no te conoce ni dios, guapita, pero yo estoy hasta los ovarios de contestar a los periodistas que todo es un bulo. Y ellos me presionan para que les confirme que anoche salió de casa vestido de mujer, que la armó en un garito cerca de Gran Vía y que esta mañana le han visto comprando fajas en una mercería de la calle Preciados mientras se bajaba una litrona a morro. Luego, por lo visto, la ha tenido con un policía municipal por haberse remangado la falda en una esquina de la plaza del Carmen y haberse puesto a mear en cuclillas.
¿Qué por qué no le han detenido? Según me ha dicho la dependienta de una peluquería, porque el pitufo primero se ha descojonado y luego ha terminado sin sentido en la acera de la ostia que le ha metido Enrique.
¡Joder, cariño, no es para menos! El policía le había pedido hacerse un selfi con él. Lo ha desgüevado de una patada.
¡¡¡¿Qué?!!!
¡¡¡¿Qué Enrique no puede subir la pierna desde el accidente de moto?!!!