
Hola abuela, buenas tardes mi querida fantasma.
Vamos a tomar un café, como hace años nos gustaba, mientras tú me contabas tus cosas y yo las mías, como aquel último verano. Ahora que ya no duelen los recuerdos, ahora que ya sólo quedan sonrisas donde antes había lágrimas.
Me encanta recordarte haciendo las mismas bromas, contándome las mismas anécdotas y recuerdos de tu juventud en tu Habana, recordarte con aquella belleza criolla que tenías, tan parecida a otra bella mujer: María Félix. Los mismos ojos, bajo unas tupidas cejas en constante asombro, el mismo pelo negro, la misma cadencia al andar que enamoraba.
Quien me iba a decir fantasma, que mi vida se iba a volver tan caótica, pero así son las cosas, te haces mayor con cicatrices.
Te acuerdas cuando me decías: Acabarás la carrera, te casarás, nacerán hijos, tendrás una vida tranquila y en algún momento, cuando yo no este, pensarás en mí, con esa nostalgia caprichosa del que lo tiene todo. Pero tranquila, te comento, efectivamente todo eso se cumplió y acabo, yo sigo siendo la misma loca de siempre pero con los pies un poquito más pegados al suelo, buscando mi destino, como siempre hice.
Hoy, me has dado la respuesta que estaba buscando, pues hablando contigo, comprendí que no hay más camino que él nos conduce a la felicidad, a sonreír sin tener un motivo, a vivir sin tener miedo al futuro, porque el presente supera cualquier expectativa, a soñar sin miedo, porque normalmente las cosas son como tienen que ser, no hay fantasía, por maravillosa que sea, capaz de superar nuestra realidad.
Nuevamente gracias fantasma, gracias abuela, recuerdas que un día te prometí escribirte algo? Aquí lo tienes. Podía ser más bonito, pero te aseguro, que no más sincero.
Hasta siempre.