Por el bosque dos lobos avanzan lentos.
El Blanco camina hacia el Oeste.
El Negro va, inexorable, al Este.
Entre ambos los pasos son cenicientos.
Les observan grupos de ojos violentos.
Ven que se alejan como de la peste.
Y otros miran con un brillo celeste.
Estos creen que unirán sus alientos.
Sin embargo, ajeno a casi todo,
siguiendo solo su fiel instinto,
por el bosque lento avanza el lobo.
Sabe que su paso está ya extinto.
Y nada supone pues no es bobo.
Ve al otro y no ve nada distinto.