Desde pequeña se acostaba en el verde, boca arriba para ver el cielo con admiración. Le impresionaba y un día tuvo la sensación de que el infinito la llamaba, se mareó y se reincorporó rápidamente.

Fue una experiencia difícil de explicar, sintió miedo e incluso terror.

A lo largo de su vida su obsesión había sido el conocimiento.

Siguió a maestros y a gurús, utilizaba todas las técnicas espirituales para adquirir ese ansiado conocimiento, pensando que esto la ayudaría en su conquista hacia lo que de verdad quería…ser feliz.

Su búsqueda no la dejaba descansar ni un segundo, cada acontecimiento pareciese ser una señal hacia una nueva técnica, un nuevo sistema para calmar su sed, su necesidad, su razón de ser, lo que daría sentido a todo y explicaría todo, pensaba ella.

Un día cansada, llorando de desesperación gritó al cielo: “por favor no me hagas buscar más, esto ¡no tiene fin!

Se acostó llorando fuertemente, desesperada, boca arriba suplicando y… de repente algo sucedió. Aquella sensación que había sentido de niña se agudizó y algo dentro de ella salió disparado. ¿Se había muerto?

Un susurro le dijo: ahora y aquí lo entenderás todo. Empezó a ver su vida con perspectiva universal. Entendió cada gesto, cada decisión el porqué de todo. Lo mismo le paso con su familia y después con sus antepasados. Al rato y muy rápidamente empezó a comprender todas las razones, causas y consecuencias de ¡todos los seres de la tierra! En un intervalo incluso menor a un Planck entendió el todo. Abrumador y aterrador.

La voz le dijo: ¿más? Ella le contestó: no no basta.

La voz se transformó en una sensación cálida, la acunó tal un bebe indefenso y le dijo. Tu solo ama y vive. Solo eso.

Y por fin comprendió. Tomo un poco de cielo y se lavó la cara con su azul para no olvidar. Solo vive y ama. Nada más.

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