Premisas:

  • Un malentendido guarrete
  • Manazas
  • Lamer algo, y luego decir que es tuyo

 

 

Que Luis era el manazas del grupo, todos lo sabíamos. Él luchaba una y otra vez por su incapacidad para sostener las cosas, que le había ocasionado innumerables problemas con las mujeres. Todos sabemos que los hombres a los que se les caen las cosas, son considerados por las mujeres como torpes e ineficaces en la cama, y la verdad es que Luis no ligaba mucho.

Pero María le gustaba de verdad,  y esa noche era la cita de su vida, o me contó a mí, que soy su mejor amigo.

Cuando llevaban ya la cita perfecta, en la que había mostrado su conocimiento de la carta de vinos, su maestría en el arte de la conversación y la galantería al alcanzarla y  despojarla de su chaqueta en todo momento, llegó la hora de las copas. Y todo el mundo sabe que ahí puede pasar de todo…. Y pasó.  Cuando Luis puso su copa sobre la mesa, chocó con la de ella y un hielo se deslizó fuera y cayó sobre la mesa.

Ella lo miró, y le dijo, inquisitiva:

–              ¿Es que no vas a cogerlo?

Ese era el momento decisivo. ¡Y un hielo! Si lo cogía, se le caería. Si no lo cogía, pasaría por torpe e inseguro.

Luis miró el hielo, miró a María, volvió a mirar el hielo, volvió a mirar a María. Al final, sin pensarlo más, acercó su boca a la mesa, sacó su lengua de casi un palmo, enrolló con habilidad el hielo con ella y lo depositó de nuevo en su vaso con suma delicadeza.

–              Bueno, es que era de mi vaso, ¿no? –le dijo a María, que le miraba con los ojos como platos, a modo de disculpa.

Pero hasta Luis, que además de manazas, es poco psicólogo, vio en la sonrisa de María mientras le decía “Claro que sí, tontorrón…”, la promesa de una noche de placer. Porque hay un malentendido ahí…  Los hombres incapaces de sostener las cosas,  cuando se ponen a la faena, solo carecen de habilidad con las manos.

 

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