Una sombra agazapada y carcomida

ha muerto en las faldas de mi muerte

y muerta ha matado lo que vivo quedara

rebotando en los rincones desgastados

de esta mansión terrible y desolada

que es la cabeza donde muero.

 

Y muero.

 

Resquebrajado y fugitivo, muero.

 

Acaso haya visto entrecortado

el furor más eterno

y haya decorado con pintura de colores

(colores vivos, colores alegres, colores tuyos)

la palidez oscura de la muerte

y tintado mi piel de azul brillante.

Quizá buscara redimir lo que fui:

este cadáver andante

que te buscaba putrefacto y desgarrado

recorriendo calles

de las que no aparecen en los mapas

ni en nuestros recuerdos

ni en nuestros futuros.

 

 

 

 

Calles repletas de millones de muertos

entre los que camino huyendo

de ti

y de los colores arrogantes en mi cara

y de una sombra agazapada y carcomida,

todavía no muerta, malherida

que me reclama insistente

(insistente, tanto que duele)

un espacio en el que verte.

Un espacio donde vernos.

 

Pero ya estoy muerto.

 

Resquebrajado, putrefacto, fugitivo, vivo ya no.

 

Y vivo ya no te imagino viva a ti,

con tu cara azul eléctrica,

con tus manos vivas azules y eléctricas,

y muerto yo te imagino viva a ti…

cuando es al revés.

 

Cuando es al revés, y tú ya no entre nosotros.

 

Y tú ya no.

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