Querido Carlos, ayer vi a tu madre en la cola del supermercado. Me escondí entre las estanterías de detergentes  evitando encontrarme con ella; había bajado a comprar algo, iba con vaqueros viejos medio rotos y con la camiseta “ I love London” que me compré en nuestro primer viaje,  hace 20 años.  No quería que me mirase de arriba abajo reafirmándose en la idea de que no he sido suficiente mujer para ti, su único hijo abogado prestigioso de Barcelona, y que has hecho bien en cambiarme por una jovencita rubia y tetona. Nunca te perdonaré que me hayas cambiado por ella. Cuando me la presentaste como tu secretaria, supe que acabarías liándote con ella. Comprendí que se cumpliría el deseo de tu madre, librarse de una nuera desastrosa, hippy e izquierdosa, que no ha sido capaz de darle un nieto. Desconoce que  tendrá un nieto ilegítimo, que has dejado embarazada a tu joven amante,  Dios que mal le sonará a tu dignísima madre; pronto estará en boca de todo el mundo, no se hablará de otra cosa en tu despacho.

 Han pasado años. Ya nada queda de aquel chaval de melena larga que colaboraba como  abogado para nuestra asociación en la isla. ¿Recuerdas nuestro primer encuentro?  ¿Recuerdas cómo disfrutábamos entre las plataneras cerca de las vías del tren?.  Fue allí donde perdí a nuestro bebé por una negligencia médica, y  ya no pudimos tener hijos. Tu dignísima  e ilustrísima madre eso no lo sabe, claro.”

Iba a enviar este correo electrónico a mi exmarido, cuando alguien dijo:

– Bonito cuadro, esta sala de jóvenes pintores inspira profundas emociones.

Me di la vuelta y quedé deslumbrada por la mirada intensa y amplia sonrisa  de aquel hombre. Entonces,  en lugar de enviar el correo,  le di a borrar, y dije:

– recuerdos de tiempos pasados, que no volverán,  pero …….  ¿vienes mucho por  aquí?

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