
De entre las historias de amor imposible, os contaré la que aconteció entre Viöur y Tristeza, dos seres condenados a quererse hasta el fin de sus días.
Tristeza es la melancolía personificada, vive acaparando en su ser el sufrimiento de toda la humanidad. La amargura se vierte en su corazón como vinagre en una copa. Y, cuando la copa rebosa, en el mundo llueve. Así es como Tristeza comparte su aflicción, solo de esta forma puede darle un respiro a su alma atormentada.
Por su parte, Viöur, fue un muchacho que perdió un ojo siendo un niño, quedando sentenciado a no ver la profundidad del mundo. Por eso era incapaz de llorar. Y cuando llovía, al contrario que los demás, sentía una gran felicidad.
Cuando un día de tormenta Tristeza se encontró con Viöur, ella se quedó fascinada con la alegría con la que él recibía el producto de su dolor. Entonces, como atraída por una fuerza invisible, se acercó a él. Una mirada fue suficiente para que Viöur se quedara prendado por su belleza. En ese mismo instante dejó de llover. Las nubes se abrieron y así salió el sol, iluminando a las dos figuras, que se fundieron en una sola.
Durante el día intensamente se desearon, y dicho deseo fue satisfecho en una estancia dorada. Al caer la noche, compartieron confidencias abrazados bajo la distante luz de las estrellas. No quedó nada que el uno no supiera del otro. Salvo una sola cosa.
A la mañana siguiente Viöur se despertó solo y corrió en busca de su amada. Empezó a llover. Y la primera lágrima derramada por su único ojo se sumó a las gotas que empapaban el mundo. Desde entonces, cuando está triste, es cuando llueve más intensamente. Y, cuanto más llueve, más intensa es su tristeza.