Te escucho difuminado en la penumbra

como una nota mal vertida.

Te veo estruendoso en el perfil de la noche,

agazapado en el sentir del sueño.

Duermes sin saber.

Sé que no podrás dormir cuando te explique,

con gritos, entre gritos,

como un violín mal afinado,

que ya no hay más.

No hay más tú y yo, Pedro,

no hay más nosotros.

Mas en tu sueño no lo sabes.

Lo sabrás mañana cuando en el quejido de un rayo

se desgarre lo que somos quebrando lo efímero,

perdiendo el sentido.

Duerme ahora.

Mañana también te explicaré,

tras el llanto,

que encontrarás nuevos brotes de canciones

con los que bailar en la noche.

No los míos, no. Otros,

mas tocarás tiernos brotes.

Duerme ahora, duerme, amor.

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