Ocurrió durante un partido del mundial de fútbol de Rusia. Los extraños animales de dos patas, similares a los primates, me observaban con atención. Intenté moverme pero no pude. Uno de aquellos monos evolucionados golpeaba sobre mi pata con una especie de palo afilado. Noté la vibración en mis huesos y eso me despertó.
– Cuidado con su cráneo -dijo uno de ellos.
– Gomawo -contestó una hembra cuyo olor me indicó que estaba en un periodo fértil del ciclo su reproductivo.
Tras millones de años encerrado en hielo, tenía mucha hambre. Pero algo me dijo que aquellos seres pelones podían ser más peligrosos que un mamut lanudo. ¿Cómo atacarles sin que se dieran cuenta?
Pasé la lengua por mis dientes de sable regodeándome en la perspectiva del festín que tenía ante mis ojos. Anticipando su sabor a mono pelón.
– ¡Tseeel! -gritaron los científicos.
– ¡Goool! -dijo el primero.
– ¡Tujiguanpá! -dijo otro.
Comenzaron a bailar en una especie de frenesí que supuse era un ritual previo a la caza. Querían devorarme, por eso rompían el hielo en el que estaba atrapado. ¡Pero se equivocaban! Yo les atacaría primero. Mientras bailaban frente a una pantalla que irradiaba una mágica luz me dieron la espalda y ese fue el momento que elegí para abalanzarme sobre ellos.
“MMMMMMHHHH!” Me dije tras devorarlos, “No sé cuál de estas carnes me gusta más” Salí de la caverna horadada en el hielo y husmeé el aire. Tras aquel festín de diversas razas de mono pelón decidí poner rumbo a Corea, y es que el ruso estaba muy duro y el español me supo mucho a ajo.