El héroe, al fin, llegó a la cueva del sabio. Había recorrido más de 5000 millas por caminos repletos de peligros, atravesando mares, lagos y ríos con cocodrilos. Tuvo que librar tres guerras para cruzar territorios de salvajes guerreros. Y todo con un calor insoportable y el cielo plagado de unas asquerosas moscas que no le dejaban vivir.
El sabio podría tener más de 200 años y vivía solo en una cueva alimentándose del moho que emanaban de las paredes. Vestía con una túnica blanca impoluta y la barba le llegaba hasta el suelo.
Al entrar el héroe en la cueva, la luz de un candil (el candil de la sabiduría) se encendió y el sabio se puso a hablar. Sin preámbulos le dijo que sabía cómo salvar al mundo de sus penalidades, de cómo acabar con las guerras, la hambruna, las envidias, los asesinatos, con los infieles, los ladrones y todas y cada una de las enfermedades que afligían a la población. Y justo cuando el sabio de la cueva le iba a contar cómo solucionar todos nuestros problemas, una de las asquerosas moscas se posó en la cara del héroe, y al intentar acabar con ella, el aire que creó el movimiento de su mano hizo que el candil de la sabiduría se apagara. Entonces, el sabio cerró los ojos y no volvió a hablar nunca más.