Y cómo he de llorarte, yo, que acaso te quise más que ningún otro y en los humildes podios de los campeonatos que alguna vez se jugaron en este estadio (y digo humildes porque son sólo humanos) te acompañé en mil y una correrías que alumbraban las gradas con nuestra felicidad y ronroneos.
Cómo he de llorarte, compañera, si recuerdo como si fuera ayer el día en que te dije chuahejo, me gustas, y nos apareamos sobre la hierba, bajo la luna, en este mismo estadio en la noche más clara. Tú me enseñaste el significado de la palabra vstrechatsya, que significa encontrarse. Y encontrarse es quizá la palabra más hermosa de todas, cuando habla de ti y de mí.
Pero tras un par de camadas paridas juntos, mientras los humanos jugaban sus juegos y yo trataba de jugar el mío contigo una tercera vez, se me clavó como una garra afilada la palabra más fea: wiya, que significa “no”.
Y cómo he de llorarte yo ahora, entre clamores y cánticos, cuando sé que recorres los callejones con otro, y a mí sólo me queda el recuerdo de la vida más bella, cuando me decías chuahejo, me gustas, y encontrarse, vstrechatsya, era nuestro verbo preferido, antes de que toda respuesta fuera wiya, no, y nosotros, en este estadio humano, lo perdiéramos todo.
¡Que paren los juegos!