Cada mes de diciembre reviso concienzudamente todos mis papeles. La revisión de la caldera, el seguro del piso, las facturas acumuladas. Reparto todo en montoncitos bien ordenados sobre el escritorio del despacho.

Hay una cosa que nunca tiro: nuestra extinción de condominio. Las parejas felices llevan anillo, cuelgan el retrato de su boda en el salón…las parejas rotas deberían guardar su extinción de condominio o su acta de divorcio.

Tampoco he tirado nuestras fotos, las toallas de tu madre y el primer regalo que mi hiciste. Me costó años cambiar el sofá que tú habías elegido. Era horrible, pero aún conservaba tu olor y la quemadura de uno de tus cigarrillos.

Mamá dice que ya es hora de que pase página. Se revuelve cada vez que se me escapa tu nombre, Mario.

Mamá….Una vez me preguntó por qué cada vez que íbamos a visitarles te ponías enfermo.

Como el viaje a Cuba. Allí tuviste otitis. Que tuvimos que recorrer hoteles para que te atendieran. Jodías todos los viajes, Mario, esa es la verdad. Y mi familia te ponía enfermo.

Mamá pregunta que qué te vi. Con tu barriga, tus kilos de más, tu sequedad, tu soberbia.

Qué poco cariñoso fuiste, Mario. De eso sí me acuerdo. Me cogías la mano por la calle con desgana. Y qué despertares más pobres me diste, Mario. Qué pocas siestas me regalaste.

Me pregunto si en la cama sigues siendo igual de torpe.

Qué mal llevabas la debilidad, Mario. No soportabas que llorara. Tampoco tolerabas que me enfermara.

Según lo pienso me doy cuenta de cuánto se puede joder la vida a una persona en sólo ocho años.

Voy a comenzar a recordar con claridad, Mario, para pasar página.

Este mes de diciembre, Mario, voy a romper en pedazos esta bendita extinción de condominio.

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