Ayer, le pregunté a mi amiga Eire, bailarina de danza irlandesa desde hacía años, qué era para ella “lo celta”, puesto que yo por más que lo pensaba, no encontraba respuesta que me dejara satisfecha.

Ella me explicó que es algo que se encuentra allá donde vamos. Aquello que se siente en noches de tormenta, de relámpagos sacudiendo la oscuridad de la noche, de la locura del mar embravecido, del manto acogedor de la hierba cuando te echas en ella al ver caer la tarde. Eso que llamaba “lo celta” es espíritu embriagado de adrenalina tras un beso que te corresponde, es música melódica al torcer la esquina en un paseo solitario; es, básicamente, todo aquello que te despierte en el alma, el ansia de amar desmedidamente.

Llevaba pensándolo toda la tarde, intentando comprender. Preguntándome.

Ahora, es la una de la madrugada, y se ha puesto a rugir el cielo. He abierto no sin miedo la ventana, sosteniendo mi presencia frente azotes de escarcha y lanzas de agua. Las persianas tiemblan al punto de desquebrajarse y las luces del barrio, se han apagado.

Supongo, que ahora sí, me doy por satisfecha.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *