Me paso la vida sobrevolando ciudades, paisajes urbanos y sobre todo; ¡nubes! Sé que suena superfluo, con todos los detalles pequeños que se me escapan desde las alturas. Sin vista de lince, todo se queda en una vorágine de imágenes rápidas. Pero yo no me quejo. Estoy muy acostumbrado a esta profesión; blogger del mundo, instagramer de nubes. Ya he echado mi primera foto a publicar en las redes y conseguido cientos de likes. Soy bastante famoso en Internet.

La chica que se sienta al lado lleva gafas grandes, tan pasadas de moda, y después de una mirada estrabica de desdén, saca un libro de su bolso de tela, decidida a ignorarme. Eso pica mi curiosidad. ¿Será posible que no sepa quién soy yo?¿O que no sepa qué es un youtuber?

-Perdona.- digo- ¡¿lees?! ¿Eso no es muy años noventa?

Otra vez, esa mirada estrabica de desdén.

-No.- me contesta seca.- En los años noventa a este autor hacia siglos que se le comieron los gusanos.

Me quedo muerto

-Gusanos, puagghhh, eso es asqueroso.

Una mirada estrabica de diversión.

-Hoy muchos tienen el cerebro lleno de gusanos. Roído por gusanos y radiado por los móviles. La tontería, ya sabes, pero, perdona, eso es como muy año 2018. Es más según últimos estudios de Harvard la presencia de gusanos como especies invasoras del cerebro es proporcional al uso del móvil, consecuencia directa, vamos. ¿ Tú no usarás mucho el móvil?

¡Ayy! Con semejante compañía, estoy deseando que el avión aterrice.

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