– No supe que era una bruja hasta que cogió mi cerveza y salió volando. 

– ¿La seguiste? 

– No, di la cerveza por perdida y me pedí otra. 

– ¿Estabas enamorado de ella? 

– Sabes que sí. 

– ¿Quieres que haga que vuelva? 

– Por supuesto. 

– Aquí la tienes. 

– Muchas gracias, no se como agradecertelo, pero un momento, ¿por qué no se mueve? ¿por qué no tiene esa sonrisa en sus labios? 

– No lo sé, yo solo puedo hacer que está a tu lado, no puedo hacer que sea feliz. De eso ya te encargas tú. 

– ¿No es feliz?, Entonces no la quiero. Déjala que vuelva a salir volando. 

– No puedo. 

– ¿Que no puedes? Entonces, ¿qué hago yo con una infeliz? 

– Has sido tú el que la ha hecho infeliz al pedirme que no la dejara volar y la trajera junto a ti. 

– Pero yo no sabía que a mi lado pudiera ser infeliz, sino la hubiera dejado irse volando. 

– Pues deberías saberlo, ¿no me digas que no eres consciente de que tu canario en infeliz en esa jaula? 

– Pero si canta por las mañanas… 

– La bruja también cantará por las mañanas. 

– ¿De felicidad? 

– No, cantará para que todo cambie, cantará por un futuro mejor. 

– ¿El canario también canta por un futuro mejor? 

– Claro, y si lo sueltas cantará porque es libre.

 

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