Muy claras,

muy íntimas,

las emociones afloran con tu silencio,

tu recuerdo susurra a mi oído.

 

No me hablas, aunque te oye mi alma:

tu voz crece impetuosa como un río,

en su lecho aún aguantan nuestras piedras amontonadas.

 

¿Recuerdas nuestros paseos?

 

Toda la naturaleza nos parecía maravillosa cogidos del brazo.

Recogíamos moras en el camino hacia la fuente del lobo y tú… a veces te agachabas

entre briznas de hierba.

 

Esos paseos me serenaban el alma, me reconciliaban con la vida.

 

¡Cuanto te echo de menos papá!

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