Era una tarde de mayo en donde una joven desconsolada sentada bajo un árbol proclamo:

¡Oh Dios Dianceth! cúranos con tus poderes de la sanación tan necesarios en estos terribles momentos de enfermedades curiosas, acaba con las tristezas de las familias que entierran a sus hijos. ¡Oh Dios Dianceth! derrama sobre tu pueblo tus bondades infinitas con tus sabios consejos medicinales, devuelve la plenitud a tu amado pueblo.

¿Dónde estás, dónde te encuentras mi querido Dios Angus?, deja que renazca la luz de la sabiduría, humildad, paz, convivencia y respeto en cada uno de los guerreros y seres de esta tierra y lograr así formadores de un mejor mundo. Llévate el polvo del odio y transfórmalo en luz del amor, te proclamo a ti Dios poderoso Angus.

Nuestra tierra se marchita, la pobreza nos invade, la obscuridad se apodera de este pueblo, los guerreros luchan sobre la tinieblas en medio del caos, te suplico querido Cernunnos Dios de la abundancia que entierres a todos los males que se encuentra en tu pueblo y con tu valioso poder has que corra la abundancia sobre los suelos y renazca una prospera nación victoriosa.

 

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