Son las 7, me levanto por la mañana, de prisa, que me esperan a las 9 en el Juzgado, tengo una vista de Rosa, una cliente que reclama una pensión compensatoria a su marido.
Desayuno pronto, salgo corriendo. Encuentro a la cliente, entramos al juicio, reclamo el derecho de la cliente, salgo del Juzgado en dirección al despacho, debo entregar un recurso de apelación de un asunto antes de las 15 horas, y ya son las 13 horas….envío el recurso, me voy a comer. Vuelvo al despacho, a las 16 horas, me llama mi madre, quiere tomar la merienda conmigo y que charlemos, le contesto que no puedo porque a las 17 horas viene un cliente con un asunto nuevo.
Son las 18 horas, me llama José, mi novio, quiere que vayamos al cine esta noche, le digo que no podré porque mañana tengo que madrugar y estar en los Juzgados, otra vez a las 9.
Llego a casa agotada y me pregunto ¿quien soy? ¿vivo yo? O alguien más que no soy yo vive en esta presencia humana, ¡qué frustración no poder vivir!