Puedes intentar matarme.
Sepultarme, doblegarme, asfixiarme.
En ridículos alcorques prefabricados, tratar de confinarme.
En coloridos museos al aire libre, querer exhibirme,
orgulloso.
Tu orgullo me pisa con suelas de piedra y salvia,
y no te das cuenta.
Tu vanidad dice lamentarse por la sangre vertida,
necesita ajustar cuentas.
Tu arrogancia asegura verme llorar a lágrima viva,
pero no te das cuenta.
No te das cuenta de que si lloro,
lloro de risa.
Y de que si río,
río de pena.
Pena porque vives como un muerto,
insistiendo en la importancia de tu historia,
mirando al mañana como cíclope tuerto,
pues tu historia es tan fugaz como ilusoria.
No necesito tu arrogancia, ni tu vanidad, ni tu orgullo.
No necesito más que una grieta, una fisura, un poro.
No te apures, por mí no sufras, no soy delicado tesoro.
Porque, a través del más pequeño y oscuro poro,
brotaré y brillaré, como un salvaje río de oro.