Ayer me hice pis encima. Estaba echando la siesta…Es sólo que no me dio tiempo… Lavé y tendí mis bragas y el pantalón. Y sólo entonces pude llorar.

Sabes que te has hecho vieja cuando te hablan como si fueras un niño. “¿No ve la tele hoy?” “¿Le ha gustado la macedonia?” Como si fueras tonta. Y te hablan alto. Ya sé que estoy sorda.

Cuando paso por la residencia de ancianos, me cambio de acera.

Quizá tú tengas un teléfono nuevo. Yo tengo dos caderas nuevas. Aun así, cojeo. Cuando no me ve nadie, saco del bolso mi bastón plegable.

No llevo caramelos en el bolso.

Ya no me maquillo. Si me pinto los ojos, parezco una muñeca ridícula. Mis ojos son azules. Nunca he sido bonita. Pero he sido joven.

A veces se me escapa un pedo. Y me da una risa…

Todavía guardo sábanas de mi ajuar sin estrenar.

Tengo un botón de ayuda. Pero me olvido de colgarlo al cuello por las mañanas. Qué más da ya…

Los domingos voy a misa. Me relaja. ¿No medita mi hija? Pues yo, rezo.

Mira mi peinado. Hubiera sido una buena peluquera.

Aún paso miedo por las noches. Y cada día me acuerdo de mi madre.

Me encanta jugar a las cartas. Soy una sota de bastos. No me podrás engañar. Y cuando estés a punto de hablarme como a un niño recuerda esto: Como me ves, te verás.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *