Pues me hallaba yo en el poblao de cachondeo

intercambiando con mozas algún que otro jadeo

cuando me interrumpió el druida de la tribu el bailoteo

y me mandaron llamar los guerreros pa’l politiqueo.

 

“¡Nos atacan los romanos!”, gritaban como locos.

“Blanden la espada sin piedad y no son pocos,

hacen que los pueblos enemigos se coman los mocos,

reducirán a cenizas hasta los últimos zocos”.

 

Tuve que ponerme en pie ante los sabios del consejo,

Les dije: “que nos invadan los romanos es para mí un festejo.

Nuestra reina Boudica vencerá a Nerón, vulgar tipejo,

y con las cuencas de sus ojos beberemos vino añejo”.

 

Me tacharon de necio y de chiflado mis guerreros hermanos,

querían rendirse y entregar nuestra tierra a los romanos,

hincarse de rodillas como en Numancia los hispanos.

Dije: “no cederé mientras pueda partir cráneos con mis manos”.

 

Y así empezó la resistencia del glorioso pueblo celta,

causando con gran fanfarria la mayor fiera revuelta,

luchando contra la legión romana hasta verla disuelta,

y aunque muchos murieron, GANAMOS, y mi conciencia se ve… ¡absuelta!

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