Me llaman La Romana. En la aldea me desprecian porque mi piel es tostada. El Hada Gritona, que canta triste muchas noches la muerte de los viejos y enfermos de la aldea, dice que tengo suerte de servir a la ramera de Julio César.
De todos soy y a ninguno pertenezco. Aquí eres romana y en Roma serás bárbara, me dice La Gritona.
Mi ama tiene calenturas esta noche. La fiebre la hace más desconfiada. Cuando me acerco a su bebé, mira enloquecida. Teme que lo cambie por un elfo deforme. También me desprecia cuando llevo un cuenco con cerveza al procónsul, pues a él le gusta mirar mis pechos bárbaros y mi cuerpo romano.
Sí, mi ama tiene calenturas. Le doy caldo de muérdago. El viaje a Roma será largo, digo. Allí vivirá en una casa de planta cuadrada. Se sentará en el circo y verá bestias maravillosas.
Pero mi ama tiene calenturas. La miro y no es más bonita que yo. Herviré más caldo. Quizá añada polvos de las Hadas Oscuras. Es mujer débil esta ramera. Quién cuidará del bebé si ella no llega.
Silencio…viene la Gritona. Ahora sé que me espera un largo viaje a Roma.