Y en esta sala podemos apreciar la colección de mis retratos:

Este hipercubo de cristal molecularmente perfecto. Transparente, el centro hueco, inundado de luz y aire, atravesado por una agitada corriente de agua. Si bien retrata una época inicial, algo ingenua e inmadura, ¿no diría usted que es una imagen intrigante, seductora…? ¿no desea descubrir el origen del torrente, la fuente de esa luz? ¿No le fascina la potencia de un diamante en bruto?

El siguiente cubo, como ve, es anodino, recogido, más opaco. El arrebato de la juventud, reconozcámoslo, se templa, se desluce a golpe de discernimiento; a golpe, digamos, de ir vislumbrando la amarga, la inapelable verdad. El mármol trabajado con esfuerzo adquiere una conmovedora belleza, pero ¿no percibe también una sombra, un cansancio, una pátina de suciedad, una desgana?

Continuemos:

Este paralelepípedo retrata mi etapa más reciente. Observa usted, claro está, un salto cualitativo. Un cambio ontológico, subatómico. Una metamorfosis. Ni yo sabría decir qué representa exactamente. Simplemente, ahí está. Capaz de absorber la vida en su vacío magnético, sin vías para intervenir en ella. ¿A qué canon responden esas proporciones, de qué materia, con qué técnica está hecho? ¿No perturba esa presencia, a un abismo de distancia, poderosa, inaccesible, inevitable?

Es todo cuanto puedo mostrarle sobre mí.

No hay nada más que ver aquí.

Pasemos, por favor, a la siguiente sala.

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