Vivo dentro de un bicho alado, encapsulado en un caparazón negro.
Negro acharolado, negro zaíno, negro de noches cerradas.
Madrugo, me muevo, habitando conmigo en el interior de un insecto volante.
Espejos, imágenes, reflejos de mí forman aristas metálicas y frías que asombran,
hiriente rigidez en mi cuerpo y el tuyo;
Mi forma me parece oscura y veloz, vibrante, maleable al asco,
La tuya, preciosa y precisa, profunda, como un profundo azul oscuro, desvaída al verme,
mis ojos en sus cuencas te buscan, zumbando de dolor ante tu huida.
Soy un alma triste en este animal, ánima en procesión, discromía de un ser aniquilado.
Nunca pude ser otra cosa que esto que no quiero ser.
Me dejo y todo es más fácil, me abandono, y comienza el retorno de lo propio,
de lo que era mío antes de ser nada.
Vivo dentro de un bicho alado, anidando en mi dolor cotidiano.
Abro la ventana y emprendo el vuelo, en medio del salto mi imagen me parece normal;
antes del fin veo el inicio, y en el me fundo.