Me temo que te he esperado demasiado tiempo. Le tengo miedo al amor, verdadera fobia a querer, pero eso no es todo. Con tremendo esfuerzo, con gran lucha de la voluntad, pudiera haberlo logrado. Pero en lugar de eso me recluí en el silencio, te odié en la lejanía, te deseé en el aislamiento de la soledad de la noche en la que no estabas, por miedo a enamorarme si te metía en la cama y en la cabeza. Y odio el amor.
Por miedo. Por puro miedo.
Porque le tengo fobia al amor. Se la tuve siempre, desde adolescente, y por eso nunca pude amar. Ni siquiera a mis padres, mis hermanos, mis amigos. Ni siquiera a las mujeres por las que me prendaba de deseo, y perseguía, y me follaba. Follar es la palabra correcta porque no implica amar. Amar sería algo terrible, asqueroso. El deseo, sin embargo, es tan ligero, tan fácil, tan efímero.
Mas entretenido en placeres de la carne, huyendo de amores a mujeres y amigos y familias, he perdido todo el tiempo que podría haber empleado en algo más productivo y más acorde con mi fobia al amor: en matar.
Estoy ganando el tiempo perdido, eso sí, asesinando a tanta gente como puedo, planeando los crímenes meticulosamente, hasta que me pille la policía y me encierren. Mientras tanto, esta fobia a querer me guía: su natural cauce es odiar.
Y qué mejor forma de odiar… que destruirles a todos.