Cerró fuertemente los ojos, acurrucado detrás de aquella polvorienta trinchera. Bombas, metralletas, gritos y olor a pólvora mezclada con arena precedidos por una luz cegadora que anunciaba instantes de miedo, dolor y muerte.
«¿Qué hacia allí?». Y recordó el motivo… ¡Sofía!
La primera vez que la vio, un calambrazo recorrió todo su cuerpo y supo que se había enamorado nuevamente. Él era feliz en la soledad de su hogar imaginando increíbles historias de amor con su querida Sofía: miradas, declaraciones, besos, sexo dulce. Discusiones, reconciliaciones, sexo salvaje…
Una tarde en la que Miguel paseaba por los jardines de su ciudad entre jóvenes excitados y madres angustiadas ante el comienzo de una guerra que pedía voluntarios, escuchó la voz de Sofía llamándole. Sus manos se estrecharon y el solo roce de su piel provocó que todo le diese vueltas, su corazón galopaba, sus músculos se bloquearon, su cuerpo empezó a temblar y tuvo que retirar su mano bruscamente porque le empezaba a sudar. Ella le estaba hablando, pero no podía escucharla porque dentro de sus oídos solo había un zumbido insoportable.
No pudo ni siquiera mirarla a los ojos, aquel jardín daba vueltas cada vez más rápido y su garganta estaba tan seca que le impedía hablar. ¡Dios! Como odiaba a ese enemigo que tenía en su mente, al que todos llamaban subconsciente, y dirigía su vida a través de recuerdos y experiencias. En ese momento le estaba enviando flases de sensaciones haciéndole ver el peligro y recordándole a que sabe el corazón roto tras una traición, como es el tacto de las lágrimas al ser abandonado y el vacío que se te queda en el pecho cuando un amor se va.
Miguel solo pudo poner una excusa e irse a toda prisa. Lleno de indignación y frustración se unió a un grupo de jóvenes de su edad que iban corriendo a alistarse como voluntarios.
Un enorme dolor en el pecho le despertó de sus recuerdos. Durante unas décimas de segundo se miró y vio brotar sangre del lado izquierdo de su tórax y pensó fugazmente: «¡Vaya! Tener el corazón roto era mi destino… quizás en mi próxima vida sea más valiente».