Amelia se encontraba como cualquier otra mañana de sábado tranquila en el estudio de su casa, con música relajante y leyendo Tokio Blues de Haruki Murakami. Eran uno de esos días especiales en los que el estrés del trabajo, junto a toda la tecnología que la rodeaba, no le permitía tener un momento para ella sola. Eso sí, su portátil se encontraba encendido por aquellas veces que tanto decía “por si acaso”.

Entonces, recibió una llamada, apareciendo en la pantalla “mamá” sin saber que sería su perdición a la hora de contestar. Dejó en la mesilla el libro y de repente empezó a sudar cuando cogió el mando para apagar el reproductor de música. Tras esto, comenzó a notar como una gota de sudar empezó a resbalarle por la parte frontal de la nariz recorriendo todo el perfil de la misma y cayendo sobre la pantalla. De repente empezó a sentir escalofríos al no ser capaz de contestar y al quedársele la mano paralizada mientras el móvil seguía sonando.

Mientras estos acontecimientos iban sucediendo, en su cabeza empezó a percibir una serie de sentimientos imposibles de controlar. El teléfono dejó de sonar pero, de repente en la pantalla de su ordenador se encendía la pantalla del Skype con la foto de madre. Al levantarse para sentarse en la silla y responder, notó como el sudor era cada vez más y como la silla se alejaba de la mesa. Ante la impotencia y el agobio que esto le producía a Amelia y sintiendo una oleada de pánico, la llamada de Skype se cortó, la pantalla del portátil se volvió negra y apareció el siguiente texto: “Technophobia wins you, GAME OVER”. En ese momento comprendió que la falta de sociabilidad e ir siempre pegada a un dispositivo electrónico, fue su perdición.

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