Dicen que las fobias se forjan en la infancia, ¿pero hasta cuándo dura la niñez cuando uno es inmortal?

Sucedió en la época en la que todavía no tenía conciencia de esta extraña cualidad que me diferenciaba del resto de los humanos. Sucedió que tras el temblor de tierra quedé atrapado en un diminuto hueco entre las rocas. ¿Durante cuánto tiempo? Quién sabe, ¿meses? ¿años? ¿décadas?. Lo que sé es que cuando el siguiente corrimiento de tierra permitió liberarme, la civilización había llegado a la ladera de mi montaña.

Y descubrí que lo que para mí era inocuo, a otros les provocaba el fin de su existencia. Y que sus cuerpos inertes eran introducidos en diminutas cajas de madera y sepultados varios metros bajo tierra.

A partir de ahí, cada noche me asaltaban pesadillas. Me observaba a mi mismo encerrado en esa caja en la que apenas podía moverme, sumido en la oscuridad, el silencio, en la desesperación. Y os envidié por el simple hecho de que cualquiera de vosotros en esa situación, acabaría con la angustia por falta de oxígeno o de agua.

Sé que a cualquiera que pregunte diría que le horrorizaría ser enterrado vivo, ahora bien ¿acaso esas personas anticiparían su propia muerte para evitar ese hipotético y fatal desenlace?.

Yo si.

Pero esta civilización, a parte de mi fobia, me descubrió una suerte de artilugios orientados a acabar con la vida rápidamente. Probé venenos, sables, armas de fuego… todo fallido.

Barrunto ahora la idea de mi próximo intento. Arrojarme a una jauría de fieras hambrientas y ser devorado. Lo deseo y me aterra a la vez. Me aterra pensar que una vez mi cuerpo sea desmembrado y repartido entre los estómagos de la manada, mi conciencia siga intacta y atrapada en una existencia extra-corpórea.

¿Cuál de mis miedos vencerá?. El dilema está servido.

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