Hola, me llamo Wanda. Sí, como el estadio. No, no me llamo así por el estadio. Lo elegí yo porque me gustaba. Antes me llamaba de otra manera. Pero prefiero olvidar mi otro nombre.

Verán, todo empezó una mañana de primavera, cuando me di cuenta, muy joven, casi niña, de que yo no era un hombre. Quizá lo aparentara, por fuera, pero en realidad era una mujer. No lo entendía mucho, pero empezaba a entender. Me sentía una mujer. Me llamaba Mario, pero he preferido olvidarlo.

Hola, me llamo Wanda. Tomo hormonas. Fui durante años a terapia. Me he operado los pechos. A tu siguiente pregunta: sí, todavía tengo pene. A lo que debería haber sido tu siguiente pregunta: sí, ahora soy más feliz.

Se lo dije a mi familia demasiado tarde, cuando me sentí segura, cumplidos ya de largo los veinticinco. Y no se lo tomaron bien, no lo entendieron. Tuve que irme de casa, dejar los estudios.

Hola, me llamo Wanda. Y estoy sola. No tengo familia ni antiguos amigos, me abandonaron casi todos cuando me dejé el pelo largo, me pinté la cara y me puse tacones. Tampoco tengo dinero y me prostituyo por calderilla para pagar el alquiler. Cuando vivía con mis padres quería ser abogada.

Y ese fue mi principio y mi transformación. Con esta vida, el suicidio algún día quizá también sea mi fin. O no. Depende de vosotros, del mundo, del grado de rechazo y de odio de quienes me rodean.

Adiós. Me llamo Wanda. Y sólo quiero ser feliz.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *