Dolorosos recuerdos venían a su mente. Penas llenas de amargura. Rencor. Humillaciones. Insomnio.

Aquellos años en el campo de concentración le dejaron un poso imborrable. Ellos dos, su esposa y él, lograron sobrevivir. Sus hijos no pudieron soportar lo insoportable.

Al levantarse cada mañana, cada día de su vida le pesaba como una losa. Y cada día pensaba en ponerse fin; quizá así se hiciese un favor…, pero acaso no tenía el valor suficiente.

Y como era costumbre, cada día intentaba distraerse visitando un bazar de Todo a cien: un mundo maravilloso, lleno de variados y variopintos cachibaches que le ayudaban a evadirse, a salir de su infierno más íntimo.

Aquel día, cuando se disponía a salir del local, el chino de siempre se le quedó mirando y le dijo: “Mucha amalgula en su lostlo. Usted necesital una sablosa pócima pala olvidal”.

“¿Cómo? ¿Un maravilloso brebaje para el olvido?”, pensó. “¿Por cuánto?”, le preguntó. “ Aquí todo un eulo, señol”.

“¿Un milagro por un euro?”. Aunque escéptico, se llevó la pócima.

En las instrucciones de la diminuta botella leyó: “Brebaje para un buen engranaje. Efectos secundarios: la ingesta de este líquido implica un no retorno: el completo olvido de uno mismo y sus circunstancias”.

Pero no, ¡no podía hacer eso a sus seres más queridos!; a su mujer, a sus hijos. ¿Condenarlos al olvido?.¿Ignorar que habían formado parte de él?. Pero ¿y todo lo demás?.

Y después de dar vueltas y más vueltas, volvió al bazar con la esperanza de encontrar una pócima de olvido a trozos, a elección del consumidor…

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