Hay momentos que te trasladan a un pasado añorado. Ayer tuve uno de esos momentos.

Elias me invito a comer en su casa, con su familia.

Cuando entré, me transporte a la cocina de casa.

De cara al fogón, estaba mi madre y… ese olor, ese maravilloso olor a cocido, era un ritual, todos los sábados, cocido.

Desde que abandoné mi patria, pocas veces he tenido esa sensación.

Cosas que yo creía olvidadas, irrumpieron en mí con una emotividad incontrolada.Inesperadamente las lágrimas

llegaron a mis ojos. Estaba viendo a mi madre, esa cara tan amorosa, ese delantal eterno, me estaba achuchando y yo intentando

zafarme del abrazo.

Pero…. algo no volvía a mi memoria, he evocado situaciones, he escudriñado recuerdos, he imaginado que cantaba algunas de las coplas que tanto le gustaban,

pero nada.

Mamá, te veo pero no puedo oírte.

He olvidado tu voz.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *