– ¡Queremos pasar, queremos pasar!

– Que no, señoritas, no sean cansinas. No pasan.

– ¡Jo, tío, venga, enróllate! El año pasado dejasteis pasar a mi primo.

– ¡Se coló, señorita, se coló!

Las dos amigas se miran con sonrisa maliciosa.

– ¡Eres un “carca”! ¡El lenguaje es algo vivo, tío! –espeta una de ellas con movimientos amenazadores y soeces.

La otra, más callada, pero con pinta de ser capaz de quebrantar las leyes de forma violenta, añade:

– Me he quedado con tu cara. Dime tu nombre para ponerte una denuncia por abuso de poder.

– Llevo la cara tapada, señorita, y mi nombre es Buen Gusto. Agente Buen Gusto.

– ¡Bah, carroza!

– Éste se cree el James Bond, ese…

Sentadas en el suelo con aires de insumisión, una de las chicas susurra al oído de la otra:

– Tengo un plan.

Acto seguido saca un cachorro de su mochila y lo lanza calle abajo indiferente al hecho de que el pobre animal aterriza justo frente a las despiadadas ruedas de un autobús.

– ¡Cuidado, van a atropellarlo! –grita una anciana.

El agente “Buen Gusto” se lanza al rescate sin pensar en las consecuencias de su acto, al desproteger la entrada de la Real Academia.

– ¡¡Vamos, tía, ahora!!

Ambas corren al interior.

– Atención, se han colado “toballa” y “almondiga”, repito, se nos han colado “toballa” y “almondiga”. Por favor, pongan a salvo a los Académicos.

Lamentablemente, al igual que con “Amigovios”, “Papichulo” y “Kínder”, el aviso llegó demasiado tarde.

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