Ana sufría amargamente su suerte. De espaldas a la pared, con el puño apretado y en alto, en la antesala de su entrevista de trabajo para un broker de altas finanzas, maldecía para sus adentros. “¿Por qué?”, se dijo, “¿por qué compré el vestido en aquella tienda barata?” al derramar un poco de agua mineral sobre la tela, ¡esta había encogido hasta taparle sólo el ombligo de mala manera! Ahora comprendía la etiqueta que decía: “No apto para usar en días de lluvia”. Nunca debió fiarse de aquel comerciante de sonrisa traviesa que parecía conocer de antemano su suerte. Cuando compró el vestido era como si supiera lo que iba a ocurrir.

Alguien llamó a la puerta interrumpiendo sus pensamientos.

– Señorita Gutiérrez, la responsable de Recursos Humanos la espera. ¡Salga ya de ahí!

“¡Encima!”, pensó Ana, “¡la responsable de Recursos Humanos es una mujer!”

– Seguro que me echa a patadas de la empresa –musitó en aquel cuarto de paredes tan desnudas como su cuerpo.

Como no salía, al final la encargada de entrevistarla fue directamente a por ella. Abrió la puerta como un vendaval. Era una joven morena, de media melena lacia, rasgos afilados y mirada penetrante y altiva. Con una voz serena y sin mostrar la más mínima sorpresa por ver a Ana desnuda, dijo:

– Señorita Gutiérrez, esta entrevista es sólo para acceder a la empresa. El puesto de vicepresidenta ya está ocupado…

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