– Dame tu mano, vamos salta, ¿qué te pasa? Sólo es una zanja de un metro. Coge mi mano. ¿No se ves que hay gente esperando? Vamos date prisa.

Marta había conocido a Luis una semana atrás en una convención y enseguida se produjo un flechazo. El segundo día ya durmieron juntos y tan solo se habían separado para trabajar.

– Luis, no puedo. Lo siento, me he quedado bloqueada.

Se encerraron en la casa de Marta e hicieron el amor en todos los espacios donde cupieron sus cuerpos. Entre orgasmos dedicaban el tiempo a cocinar. A Luis le gustaba tanto como ella.

– ¿Bloqueada?, No te entiendo, si sólo es un metro de ancho y prácticamente no tiene profundidad. Estamos dando el espectáculo. Vamos, toma mi mano.

El sábado, para relajarse un poco, habían decidido hacer una ruta de senderismo. Nada complicada, y además muy transitada. Todo fue maravilloso, extraordinariamente idílico hasta que María se encontró con esa zanja. Enseguida el recuerdo de cuando se cayó en una parecida le vino a la cabeza. Tenía ocho años. La encontraron pasadas varias horas con la pierna rota. Sólo rememorar ese momento la dejaba bloqueada. Pero aún con la ansiedad que le producía la situación supo entender que Luis no era el hombre de su vida. El hombre que le diese la seguridad suficiente para saltar de nuevo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *