Todos los domingos, como una religión, como si nos fuese en ello la vida, hacíamos el mismo ritual.
Me levanto a las siete aunque sea domingo, tengo la hora cogida, en lugar de ducharme como entre semana, me pongo el chandal y salgo a correr por el acantilado, es maravilloso notar la brisa y respirar el olor a mar.He consumido casi el total del recorrido cuando Laura se incorpora corriendo a mi lado.
Buenos días esposo mantecoso.Mis buenos días son un gruñido y aprieto la carrera. Sigue hablando pero yo no la oigo. Tengo que parar o acabaré ahogándome, me falta el aire. Laura se para a mi lado, sus labios se siguen moviendo pero me da igual, decididamente me hace la vida imposible. Extiendo el brazo y la empujo, tampoco oigo su grito cayendo por el acantilado. Me vuelvo a casa. Por fin un domingo diferente.