Querido amigo,
cuántos son los momentos que he gozado tu compañía sin queja alguna a pesar de mi carácter y mis exigencias, y cuantas las vicisitudes por las que hemos pasado juntos. Apenas era un niño cuando nos presentaron y desde entonces no hemos podido despegarnos, incluso ahora, cuando tras ayudarme a escapar de mi prisión avanzamos bajo este tórrido sol huyendo de nuestros captores. Cerca está sin duda babilonia donde mis fieles generales nos acogerán en palacio con entusiasmo pues sin duda nos suponen ya muertos.
Y es que desde que algún despreciable envenenó al gran Efesión eres el único amigo en el que puedo confiar mi suerte. Ah como añoro esos años de locura cuando combatíamos como un solo cuerpo, segando cabezas y miembros con la espada: Gránico, Issos, Gargamela, Hidaspes. Sólo con músculos y acero subimos colinas y vadeamos ríos de agua y de sangre, desde el Helesponto hasta el mismísimo Indo.
Y ahora en confianza, necesito agua pero también una buena fémina…no sientes tú la misma pulsión después de liberarme. Te conozco bien compañero aunque no sé quién de los dos es más misógino. Yo he tomado a las más bellas princesas de Mesopotamia y Persia pero me he hecho cargo de mi descendencia, en cambio tú te has limitado a cortejar y copular con esbeltas hembras en los campamentos de las estepas sin asumir ninguna responsabilidad pedazo de crápula.
Lástima que no puedas responderme, aunque veo que me escuchas por esos inmensos ojos ahora cansados como tu cuerpo de tanto combatir. Gracias a ti fiel amigo vuelvo a estar libre hoy. Tanto monta como dije en Gordio cuando de un tajo rasgué limpiamente el imposible nudo de cuerda con el que ofrecían sus posesiones a Zeus. Una cuerda parecida a la que me mantenía preso hace unos momentos y que has sido capaz de rasgar con el sólo filo de tus incisivos.
Alzo mis puños al cielo por ti Bucéfalo y ahora permíteme que calle veo estandartes amigos y no quiero que me tomen por loco si me ven hablar con un caballo.