Con el sol de finales de mayo llegó al pueblo Papú, el búfalo afortunado.

Le acompañaban dos mujeres muy bellas, adivinas, capaces de leer el corazón de la gente.

– En aquella casa de allí se venden unos zapatos de bebé, sin usar –dijo una.

– Pues en aquella otra choza junto al río vive una mujer que no recuerda a su esposo. Y cada día éste tiene que volver a enamorarla.

En cada casa del pueblo había una historia diferente e igual de emotiva. Las mujeres buscaban a la familia más pobre, para dejar con ella al búfalo. Pues el animal tenía el poder mágico de transformar en riqueza la pobreza de la gente.

Al final llegaron al campo de un rico terrateniente. Se trataba de un ex general que pasaba el día en su casa, apreciando su colección de trofeos procedentes del saqueo de las batallas. Era viudo y muy mezquino. Y no tenía hijos.

Al pasar el búfalo a su lado, se asustó y dejó caer un jarrón muy valioso.

– Este hombre ha luchado mil batallas, ha visto morir a muchos soldados y, sin embargo, le asusta perder una vasija –dijo una de las bellas adivinas-. Dejemos con él al búfalo.

Papú se quedó en el campo del rico toda la primavera. Aquel año llovió todo mayo y todo abril. Cuando las dos mujeres regresaron a por él, el campo del rico estaba lleno de flores. Encontraron al viudo rodeado de sus vecinos, regalando gustoso sus tesoros pues había comprendido que la verdadera riqueza no consistía en acumular objetos, sino en saber aceptar con buen corazón todo aquello que le pasara.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *