Habían llegado los tres hermanos a la Tierra Infinita, en la más alta de las dimensiones.
El camino había sido largo, lleno de dificultades, momentos oscuros y difíciles, confusión y mucho desamor, mucho frio.
Es verdad que desde un principio el gran mago les había dicho que la recompensa era ascender a aquel lugar sagrado.
Pero ellos sabían que para llegar tenían que estar a la altura, luchar con todas sus fuerzas, no rendirse a la tristeza, a la desesperación ni a la mediocridad.
Tenían que estar al nivel de sus ancestros, los grandes chamanes, brujos, magos y curanderos del alma.
Pero llevaban mucho tiempo caídos, les había costado retomar el vuelo. El alma se les había debilitado y por ello habían perdido contacto con los espíritus sagrados, ya no los sentían ni percibían.
Sí, habían sucumbido al lado oscuro. Ahora en este lugar la tierra infinita parecía inaccesible y aún peor, ni siquiera ellos se sentían merecedores de alcanzarla.
Por esolucharon con todas sus fuerzas en la última prueba, dejando atrás todas las quejas, culpabilidades y derrotas del lado oscuro y por última vez volvieron a creer.
Los tres hermanos en círculo se dieron la mano y comenzaron a visualizar la tierra infinita. La fuerza de sus corazones se unieron, y con lágrimas en sus ojos a pesar de todo, volvieron a creer, por última vez.
Gracias a ello recibieron de nuevo la ayuda de los espíritus sagrados y vencieron la prueba, porque pronto se vieron a la entrada de la Tierra Infinita, que era un lugar donde ya no tomarían su aspecto físico tan engañoso. En ese lugar serían ellos mismos tal y como se sentían y como deseaban en la plenitud de su ser.
Shinué había querido ser siempre un animal fuerte y majestuoso para proteger a sus hermanas e integrarse con la naturaleza, por eso Linué y Lania no se sorprendieron al verlo caminar a su lado en la Tierra Infinita, acompañados de una luz harmoniosa que les envolvía, felices y plenos por fin.