Ha llegado a mi correo una foto de Jia y Li, amigas de toda la vida.
Recuerdo que ambas eran hijas únicas, algo normal en la época de Mao que impuso la normativa de un hijo por pareja. Esta circunstancia, en parte debida a la ausencia de un hermano o hermana, hizo que ambas se mantuviesen unidas por una profunda amistad de entrega y perseverancia.
En el medio rural en el que nacieron, una remota aldea china, las relaciones vecinales giraban en torno al cumplimiento y rendimiento del trabajo. Cuando las cosechas eran satisfactorias la vida adquiría un carisma agradable, pero si las cosechas eran escasas la comunidad se resentía aunque se ayudasen a sobrellevar lahambruna.
Para Jia y Lin, según me contaron años después, los periodos de descanso eranespeciales,no tenían que ir a la escuela ni ayudar en las tareas del campo o dela casa, salían a bañarse en el rio o a daban paseos por su ribera, y en algún momento de sus rutinarios paseos fue cuando empezaron a sentirqueun ser desconocidolas acompañaba.
Al concluir la etapa escolar tuvieron que elegir su futuro y abandonar la aldea. Sus preferencias las obligaron a separarse pero nunca a distanciarse. Quizá, sabiéndose amparadas por una presencia mágica, acordaron cultivar la fuerza de su amistad y mantener entre ellas una actitud de sinceridad, confidencialidad, lealtad, valentía, nobleza, honestidad, tranquilidad y firmeza, virtudes atribuidas a un animal mitológico, el búfalo.
Y como alguien dijo “El símbolo le da a la acción un valor que le lleva a la profundidad de lo real en las experiencias humanas fundamentales como son el amor, la felicidad y la fe”.
Lia y Jin, basaron su amistad en estos principios y nunca les faltó la influencia protectora del búfalo.