Te acercas con pasos afelpados,

como imagen de terciopelo,

mirándome:

la visión del miedo

es un espejo solitario en tu mirada triste.

 

Cazas tus víctimas, escondiéndote.

Eres un alarido sin cuerpo

al margen de la sombra

(aullidos de melancolía

en las noches vampíricas).

 

Las leyendas se equivocan:

tus colmillos sangrientos brillan de luna

y los zarpazos del hambre

te carcomen desde el mordisco.

 

Sigues solo en el invierno,

víctima de tu propia pesadilla.

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