
Otra vez lo ha vuelto a hacer. Pero ahora me lo tomo de otra manera. Voy tranquilamente a mi cuarto, me quito los tacones, me pongo unas zapatillas cómodas. Luego me dirijo a la cocina para tomar algo que sustituya a un almuerzo tranquilo pero que me aporte la suficiente energía para comenzar la aventura. Recuerdo la primera vez que pasó. Salí corriendo, con mis tacones y sin el bolso. Tan asustada que solo cogí las llaves. Cuando, después de dos horas andando tenía un dolor de muerte en los pies y ni tan siquiera podía entrar en una cafetería a pedir un café, me sentí la persona más desgraciada de este mundo.
Pero ahora no. Sé que será una tarde larga pero voy preparada.
Después de comer algo rápido me dirijo a la calle Goya. Está abarrotada. Es febrero, ¡las rebajas!
Voy entrando en cada tienda .Parezco una experta en rebajas y sin embargo, no miro nada. Bueno, miro a la gente que me rodea y al mirar sin querer imagino sus vidas, sus historias y pienso lo poco que sabemos de cada uno al fijarnos solo en la apariencia. Yo, con mis deportivas, puedo parecer una especialista en rebajas. ¡Qué extraño es todo!
Después de dos horas y más de diez tiendas estoy agotada, abrumada, desanimada y un poco desesperada. ¿Será esta vez? Siempre me lanzo a la calle con miedo pero con esperanza, sabiendo que en algún momento se acabará todo y volveré a mi vida normal. Pero siempre queda la misma duda. Y si esta vez es la definitiva….
Sin saber qué hacer entro en el Vips dispuesta a tomar un café y pensar, pensar…
Pero, al fondo y casi sin creérmelo está sentado Javier Marías tomando un café. Y a su lado una señora mayor, de pelo blanco, delgada y menuda. Al acercarme le miro y me mira entendiéndolo todo. Ella ni se asombra, ni me mira. Sin embargo la miro y noto algo distinto. No tiene esa mirada perdida que tanto me angustia, que tanta tristeza me provoca.
Y veo en mi madre esa mirada interesada que hacía tiempo no veía.