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Esta anciana parece estar sobreponiéndose a una honda pena interior, puede que recientemente haya enviudado, pero su pena va dentro y su tristeza se diluye en el quehacer cotidiano. Es ahí donde la vemos en lo que es su paseo cotidiano a la galería comercial.

Según pasa revista a los puestos de fruta, la pollería  y se dirige a la casquería nota un alboroto hacia el final del pasillo. Hay como una luz brillante, un foco y un montón de gente rodeándolo. Se acerca más para ver qué ocurre y empinándose descubre a un calvo sentado de espaldas al que están mojando la cara y secando con una toalla. Se acerca más y una señora que está allí se  dirige a donde está sentado el calvo, y sonriéndole amablemente le pide un autógrafo.

Señora, estoy en mi tiempo de descanso. Déjeme.

Y vuelve a echar la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y la toalla alrededor del cuello.

– Es para mi hijo, es muy fan tuyo.

– Pero ¡señora! quiere dejarme en paz de una vez! No ve que estoy trabajando y necesito este descanso.

La señora parece que se va pero de pronto se envalentona y vuelve a pedirle el autógrafo para su hijo. Santiago Segura se lo firma. Vuelve a echarse con la cabeza hacia atrás, con gesto de auténtico fastidio.

La anciana que ha seguido la escena piensa un momento cuantas veces le ha oído hablar a su nieto de este actor. Ya no recuerda bien lo que decía. Decide no arriesgarse y cuando vea a su nieto en la comida del domingo le contarà lo que ha visto y como no tuvo ganas de pedírselo. De todas formas no está muy segura de si le gusta tanto este actor.

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