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Ser niño es lo más.

Ahora a mis muchos años pienso, que vivir, divertirse, jugar, reír, olvidar, perdonar, amar y sentir esa inocencia que olvidamos al convertirnos en adultos, es única.

Esa hermosa etapa donde solo te preocupa ir a la escuela, hacer las tareas, salir a jugar y acabar dormida como un tronco, según caías en la cama. Siempre había una razón para reír todo el tiempo…

Os acordáis?

Podíamos jugar por las calles, apenas circulaban coches y al final agotados de tanto correr te acercabas a la fuente de la esquina, para sentarte después en la acera y mientras te arrancabas las perpetuas costras de las rodillas, mirar las terrazas con la ropa colgada, esperando que salga tu amá y te diga: Nenaaaaa a cenaaaaar¡¡¡¡¡

Hoy he corrido a buscar las fotos de mi infancia en Bilbao, posiblemente todos tenemos este tipo de fotos, que nos provocan nostalgia, ternura y a veces muchas risas.

Y volver a revivir… a reírte de tus poses, de tus coletas, de cómo te vestías (o te vestían), poner cara a familiares y amigos que ya no están o no has vuelto a ver… Momentos que mi aitá capturo y mi amá guardo en una antigua caja de zapatos.

Una vez me dijo un gran periodista y fotógrafo, Pedro Meyer: Recordar? ¿Acaso no es esa una de las principales razones por las que hacemos fotos?, además, querida mía, recordar es volver a vivir…

Ahora los días pasan con un sabor distinto.

Estoy acabando de escribir esta pequeña historia, mientras muevo mi dolorido cuello de izquierda a derecha, abriendo y cerrando los ojos enrojecidos (son ya muchas horas hoy, de Tablet, Iphone y PC), deseando terminar para intentar dormir, mirando mis paredes blanquísimas, pero manchadas de cólera, en esta cama que cada noche se siente más vacía.

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