
Otro día lluvioso.No soy capaz de llevar la cuenta, veinte, treinta días sin ver el sol, ni cielo azul, ni luna, ni estrellas, solo oscuridad, lluvia, más lluvia y más oscuridad . Asi día y noche .
No salgo de casa, me asomo a las ventanas y extiendo los brazos, la lluvia me empapa, retengo sus gotas en mis manos , me gusta la humedad pero rápidamente las abro para dejarla escapar, mantengo así la sensación de pérdida, de vacío , de soledad que dibuja mi existencia.
El, habitaba dentro de mi, era mi complemento, la templanza cuando yo era ira, la generosidad cuando yo era avaro, la mente abierta cuando yo andaba ofuscado, la bondad y la comprensión frente a la exigencia. El era sociable, amigable y yo uraño y solitario. Pero juntos formábamos un Juan completo, brillante, solidario y vital.
Una mañana de verano, cálida, tibia, radiante, el estaba leyendo en el jardín ,la lectura ocupaba todo su interés y habían pasado más de cuatro horas , la música sonaba y dejaba escuchar una melodía al piano, todo parecía perfecto , todo menos yo. Ese yo dominante, estricto sin otra inquietud que ganar dinero y posición, ese que solo sabe vivir con el mismo que huye de las personas y los sentimientos, ese que duerme sin soñar que vive en tensión continúa . Comencé a gritarle a recriminarle a exigirle que debía de ser útil, eficiente, rentable ,era una escena repetida cada día desde nuestra adolescencia pero hubo una diferencia , no se doblego ,no se redujo y no acepto la imposición ,la diferencia fue que continúo soñando, relajado y feliz. Por eso no le deje despertar y le hice desaparecer para siempre.